SALTA.- La pericia psicológica dará un resultado conocido y aceptado sin necesidad de pasar por el diván. Gastón Giménez asume con orgullo su obsesión por el fútbol. Reconoce que desde chico él sabía que haría todo lo posible por convertirse en futbolista profesional. No le fue sencillo el paso. Habló con sus padres, confesó sus ganas de irse a probar suerte de Formosa a Rosario y a los 12 años armó su bolso y se fue.
No la pasó bien al principio. “El primer año que estuve me entrenaba y ni al banco de suplentes iba. Fue durísimo, me pasé todo el año sin jugar un minuto. Para colmo, tampoco pude viajar a mi casa porque mis padres no tenían dinero para comprarme el pasaje. Estuve mal, pero no bajé los brazos”, recuerda este volante central que se perfila para ser el dueño de la aduana de Atlético en el torneo de transición de la B Nacional.
“Sé lo complicado que es llegar, las trabas que podés tener, pero siempre supe lo que quería y por eso luché y seguiré luchando”, habla con una convicción enorme el hombre de aspecto similar a Líder Mármol, ex “decano”.
El trago amargo de Giménez se cortó cuando pasó a Almirante Brown, a los 16. Creyó que todo iría mejor, sobre todo teniendo en cuenta que Blas Giunta le dio la chance de debutar en Primera a los 18 años. Otra vez se equivocó pero tampoco dio marcha atrás.
Pasaron los años, se acomodó como él sabía que podía y terminó adueñándose del timonel en la “fragata” y luego a ser transferido a Atlético. Héctor Rivoira lo quiso desde el día que presentó la lista de refuerzos. Apostó por Giménez y Giménez apostó al cambio. Es un paso adelante en su carrera.
“A mis 22 años llego a un club importante, debo trabajar bien para seguir creciendo y que a todos nos vaya bien. No me preocupo ni tampoco pienso en el dinero”, jura el lungo que juega por pasión y por poder cumplir un anhelo especial. “Espero poder algún día darles una casa a mis viejos. Ellos viven en lo de mis abuelos. El día que pueda, lo primero que haré será darles una casa a ellos”, promete y une ese sueño, el familiar, al del ascenso con el “decano”, su otra prioridad.
“Me encontré con buenas personas en el grupo y de mucho talento. Ojalá nos vaya bien”. Giménez está ante el desafío más importante de su carrera. Asume el rol que le toca y lo disfruta. Sabe lo que es caerse y levantarse.
Nada ni nadie puede frenarlo. Y quizás el día de mañana, cuando las piernas no respondan, la pelota seguirá a su lado. “Quiero terminar el secundario y cuando lo haga me gustaría estudiar para técnico o ayudante de campo. El fútbol es todo para mí”.